sábado, 7 de agosto de 2010

El coordinador



El teatro no es para vivir, uno tiene que vivir de otra cosa, uno tiene que hacer del teatro una filosofía[…]uno tiene que escribir como si va a morir mañana y tiene que actuar como si va a morir mañana, tiene que dirigir como si va a morir mañana y todo lo que le rodea , la crítica, tienen que ser actos de arrojo. “

Benjamin Galemiri

La obra de Benjamin Galemiri estrenada en 1993, dirigida por Alejandro Goic, montada por la compañía Bufón Negro, actuada por Alejandro Trejo, Mateo Iribarren, Patricia Rivadeneira, Max Corvalán y repuesta , con el mismo elenco, en el último FITAM, es un desafío tanto para actores, directores y también para el público.

El subtexto, la parodia y el sarcasmo es código que detona casi todas las escenas. La obra es un aluvión de irónía e eufemismos. Un acto que mantiene a los espectadores en tensión, en búsqueda de sentido, en cuestionamiento constante, en identificación flagrante. La ambición de la compañía Teatro Escarabajo, si somos verdaderamente honestos, es desmesurada, lo es en tanto los diálogos son largos y policromáticos. Lo es en tanto el público penquista no siempre agradece un bofetón en la cara, ni que se saquen mascaras a diestra y siniestra. Me bastó ver a un par de señoras que se fueron vociferando, casi al final de la obra, diciendo que este no era teatro para “gente decente”. Lo decían a viva voz y se lo repetían a los acomodadores de la sala, mientras, se perpetraba la violación de Brigitte. Estas señoras “decentes” tendrían otra reacción si se introdujese la obra por el engolado locutor de las actividades de la universidad y se informara que ha sido premiada en los más importantes festivales de teatro del mundo. De eso se trata también la obra, de lo snob, del arribismo y por supuesto del poder. Tema predilecto de Galemiri. El poder que, como relató en una entrevista para la FITAM 2010, está encarnado en este coordinador, que es, también, su padre cuantificado, que es Chile y por sobretodo, y esto lo agrego a título personal, también es Concepción.

Kafkianamente hablando, la obra nos presenta una verticalidad insoslayable. Un aplastante armatoste de poder supuesto, de poder latente en el piso donde están las oficinas de Ortega y Gasset, en el Edificio Ortega y Gasset. ¿Hay acá una búsqueda filosófica que el autor nos desliza? ¿Entre piso y piso se adscribe uno a una u otra forma de hacer y pensar? Me da la impresión de que nada en esta obra es fortuito. Galemiri admirador de Chejov y deudor, a mi parecer, de Genet, nos sumerge en un caos organizado. En que unos son marionetas y otro llevan los hilos bajo el traje o bajo un delantal de encargado de mantención. La interpretación de Los Brianos, padre e hijo, es una muestra de lo diverso de los personajes. Por su parte Jorge Briano hijo, hace alarde de su verbosidad y de su manejo de situaciones límites. A ratos nos parece sobreactuado, a ratos grandilocuente, pero se perdona todo al ver que pasa muy cerca del abismo, a punto de precipitarse y salva riéndose de nosotros, los espectadores. Briano padre casi no se percibe, no sólo por que aparezca en escena a la mitad de la obra, sino porque es sigiloso, sigiloso como el poder tras el poder, como la mano que mece la cuna. Una muy agradable ofrenda, para los que disfrutamos de lo sutil, son los versos recitados a Brigitte (Priscila Godoy), un susurro que se escuchaba desde la última fila. Memorable seducción a punta de pistola.

Cuando veo obras como estas, cuando voy a espectáculos como este, en esta ciudad alejada de la autocrítica de los artista, distante de los buenos textos y del espectáculo que no sea evasión. Cuando se tiene la contada suerte de toparse con una obra que propicia que algunos espectadores, con su muy personal, justa razón, se paren de las butacas y se retiren indignados, no por lo precario del montaje, sino por lo contundente del discurso. Cuando en esta ciudad uno se encuentra con una obra que no se conforma con confundir panfleto efectista disfrazado de performance con expresión artística controversial. Uno se va a dormir pensando en los versos de Dylan Thomas:

He ansiado alejarme

del siseo de la mentira desgastada

del incesante grito de los viejos terrores

que crecen más terribles cuando el día

traspasa la colina y entra en el mar profundo;

he ansiado alejarme

de la repetición de los saludos,

porque hay fantasmas en el aire

y en la página sonidos fantasmales

y un tronar de llamados y de notas.

He ansiado alejarme, pero temo,

alguna vida, aun intacta podría estallar

de la vieja mentira que arde sobre el suelo

y crepitando en el aire dejarme a medias ciego.

Ni por el miedo antiguo de la noche,

el sombrero que se quita del pelo,

o los labios fruncidos en el teléfono,

me harán caer ante la pluma de la muerte.

No quisiera morir de todo esto,

la mitad es convención, la otra mitad mentira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.