viernes, 31 de agosto de 2012

Nota Para Radio Nacional de Uruguay: Nacimiento de un Cuerpo-Imbunche Sexual. Ex Cárcel. Parque Cultural de Valparaíso.









Se enseña a los niños a rezar

para que no se me parezcan.

Se inventó la ciencia para refutarme.
Soy un punto de referencia
para oponer los corazones al asco
y al despojo huero que persiste
después de las pasiones.
Me buscan para sentirse limpios,
para sentirse buenos, me ven
en las formas trepidantes
del crecimiento de la mala hierba.
Toda su normalidad me cabe en un puño.

Leonidas Rubio

“Reconducir nuestros lenguajes modernos tan atrás en el tiempo como nos permita la historia y los materiales a nuestra disposición…”
O. Jespersen

“Un anciano jefe indio vino a abrirme la conciencia con una cuchillada entre el corazón y el brazo”
A. Artaud

“Es una falta de respeto como esta esto, esto parece un Mall, ni se imaginan lo que pasó acá. Estuve 10 años preso acá, ni se imaginan todo lo que vi. De algún modo deben conservar la memoria, por respeto a todos lo que murieron acá… muchos no lo merecían, no merecieron ni siquiera estar presos y más encima murieron…”
Arón, Ex presidiario de Ex Cárcel de Valparaiso

Se filtra por la ventana la luz enrejada, una secuencia de ventanas pequeñas con sus sendos barrotes. El primer piso, la sala de documentación de lo que hoy llaman Edificio de Transmisión nos da su textura de hormigón en obra. Acá nace este Cuerpo-Imbunche Sexual. Acá lleno de la carga del encierro. Nace este dialogo al oído, la conspiración, la fuga. Las ramas llevan este cubículo envidriado y la instalación es el traspaso de la luz, el trascurso de la secuencia de focos. El encierro ejecuta un acto se sumisión, un acto de claustro forzado a estas ramas, una acto de presidio, de coerción y coacción. Cubos de composición corporal, ventanas abarrotadas, diálogos de entrelineas, enramado tejiéndose sutil y precariamente. Sonoridades enclaustradas. Luego el desplazamiento.
En el patio exterior está la estructura básica que no se sostiene por sí misma. Un modelo que permite la primera prueba, la primera cópula, Las proyecciones se entrelazan ahora, dialogan con el enramado y los cuerpos que se contorsionan en su sensualidad ahora dialogan con las sonoridades libres, la percusión y los vientos viajan por los intersticios; entramados de caminos no siempre convergentes y casas descolgadas, llamados cerros. El imbunche sale de su caverna-celda para copular como lo hicieran  antes, en el mismo recinto, los presos; sus nidos de coito necesario. Luego hay que volver a la inexistencia, un grupo de ramas sin utilidad, sin coito.
Hoy mirando la parte superior de la cúpula de la caverna veo la estructura que se integra al semicírculo, ondulaciones, al movimiento constante que llevan estas ramas atadas hasta el desapego. Veo que se integra y que no es posible hacer que todo se vuelva partes por separadas. Hay tensión en las extremidades del vientre, de esta matriz-caverna cuerpo vencido por el tiempo, por el poder, por la semántica y por el concepto.
Este animal “no es una estatua, es un imbunche”, en las palabras de Justo Pastor. Claramente no es una cesta flotante. Este Kalül es un cuerpo en estado de latencia, es  un grito del intersticio, es el lenguaje de la trama, el lenguaje sobre el lenguaje, un palimpsesto que inscribe su decodificación en cada nodo, en cada rizoma, en los órganos del mito, en las costuras del Imbunche. La interpretación de un mito tiene más que ver con la intuición que con la concreción consciente. Sólo un trabajo colectivo nos permite arraigar una anarquía ancestral. Ser partícipe de un proceso mutuo. No hay que pensar en los elementos, basta verlos y extenderlos,  seguir el flujo de la urdimbre: las podas que irían a parar a un basural están llenando el vacío, sosteniendo el volumen, las fibras vegetales que estaban en suelos de ferias y mercados, son nodos; las fibras que se pudrirías en la humedad de la Ex Cárcel y el alambre galvanizado rescatado de los restos de otra exposición, amarres que retienen la forma. Todo se entrama, se entrecruza. Se sitúan en la posibilidad de “ser”. De constituir un hecho escénico.
Y como siempre, todo va hacia algún lado.  El desafío es no perderse en la autorreferencia. Perderse y  perder a los demás en ello. Hoy  que cuestionar al imbunche, hay que interpelarlo,  entenderlo, buscarlo. Buscarlo en los textos de Leonidas Rubio, en las sonoridades de Fernando Matus de la Parra, en las pinturas de Álvaro Huenchuleo, en la imagen del cuerpo sin órgano de Artaud o la del afiche facilitado por Daniela Müller, en el discurso de Sonia Montecino, en las conversaciones con Renato Cárdenas, en la hospitalidad de Aliro Macías, en los entramados de Francisco Ríos, En el cubo que presentó Blanca Rizzo, en la confianza con el manejo de las materialidades que descubrí con Paula Rubio. Se pretende sumar a otros a esta investigación: Camilo Corbeaux, Milenka Lusic. Ellos y otros por nombrar, han dado forma a este collage que intenta un tinglado feliz. Otra premisa, siempre recordar las palabras de Braulio Arenas cuando decía que cuando una idea se convierte en obsesión se trasforma en una “idea fija”, cuando una idea empieza a echar muros, entonces se le cambia por otra idea más liberadora. Somos peldaños que dialogan, si dejamos de hacerlo ya no tenemos sentido. Eso es lo que mueve. Mueve sincronizar lo imposible.
Como en toda sincronía, parece desencadenarse  como en un rodado. Se delata un semicírculo en cada espacio. Chiloé a la inversa en esta ciudad, las quebradas que dividen cada cerro, son esteros que dan una dimensión inconmensurable a este entramado. Un anfiteatro que apuesta hacia el mar sus esperanzas y desasosiego.
Algunos autores que dan sustrato al guión de este cuerpo: Pablo de Rokha, Bataille, Vallejo, Alcalde, Stella Díaz Varín, Gitano Rodríguez.  Todo retratado junto al mestizaje, al navegante bestial, al amor furtivo, al que amarra. Al abuso que impone la carne, al abuso bestial que se paga con oro. Al puerto con sus cicatrices, sus incendios, con sus clásticos, con sus cortes histológico, con el derrame de alcoholes en esta mesa porteña que es el plan. Esto más la solidaridad anarquizante que se detona cuando es impensable una salida para el hambre.
Esta obra al igual que el libro homónimo de Leonidas Rubio o el discurso de Sonia Montecino en la última Feria Internacional del Libro de Santiago relata poéticamente la "normalidad" como un registro o constructo artificioso para someter el ser-animal, yacente en la humanidad del cuerpo-imbunche, a los intereses hegemónicos de una sociedad occidental castradora de toda diferencia. Evidencia constitutivamente la violencia ejercida sobre todo aquel que esté fuera de los límites del poder económico global. Se encarna el mito y sus implicancias fatídicas en el ánimo y existencia del sujeto-interprete-sufriente. El Imbunche desafía desde el intersticio, desde el poder conjurador de la poesía.

Extrapolando la actitud de  Artaud en su renuncia, en el cansancio de lo europeizante, en su cuestionamiento de lo occidental, en su cuestionamiento llevado al límite del cuerpo, de la psiquis. Llevado al límite de lo socialmente permitido:
“Para mí, el punto de vista de la Revolución integral reside en que cada hombre no quiera considerar nada más allá de su sensibilidad profunda, de su yo íntimo… Las fuerzas revolucionarias de un movimiento cualquiera son aquellas capaces de desequilibrar el fundamento actual de las cosas, de cambiar el ángulo de la realidad.”
Los lugares son inabarcables léase esto Chiloé, Valparaíso o El país de los Tarahumaras, mientras dejemos fruir el cauce…

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